Hoy salvo sorpresa de última hora, Florentino Pérez se convertirá en el único candidato a ocupar la presidencia del Real Madrid. Así pues, Florentino estará cuatro años más al frente del club blanco, en unas elecciones similares a las que se celebraban en el Iraq de Saddam, en la que solo había un candidato.
Lleva desde 2001, salvo el paréntesis de los tres años de Ramón Calderón (2006-2009) y ha estado caracterizado por el ascenso vertiginoso y la más aún vertiginosa caída del club en importancia del fútbol europeo que el presidente no ha sabido atajar.
Su etapa al frente del Real Madrid puede definirse de muchas luces y de muchas sombras. Florentino Pérez trajo a jugadores de la talla de Figo, Zidane, Ronaldo, Cristiano Ronaldo, Owen o Beckham, pero también grandes pufos como Kaká, Robinho o Diogo. Buscó, así mismo, que su Real Madrid fuera impecable, excelente lo que llevó a la destitución de un hombre de la casa como Vicente del Bosque que le había dado dos Ligas, una Champions, una Intercontinental, una Supercopa de España y una Supercopa de Europa, además de sacar el máximo provecho de una plantilla que él no confeccionaba. Le destituyó tras haber ganado una Liga y le cambiaron por el segundo de Alex Ferguson en el Manchester. Salvo una Supercopa de España nada más pues el equipo se derrumbó como un castillo de naipes al final de temporada. Desde entones, el banquillo se ha convertido en una silla eléctrica que ha abrasado a mediocres entrenadores como García Remón o Luxemburgo, de raza como Camacho o tranquilos como Pellegrini. En total, ocho entrenadores en casi diez años. Y mientras el banquillo del Real se convierte en un sainete, Del Bosque, cuyos métodos fueron considerados anticuados sigue a lo suyo.
Finalmente se puso en manos de José Mourinho para que enderezase el rumbo de la nave blanca. El portugués consiguió lo que ninguno de sus antecesores había conseguido: el poder absoluto sobre las decisiones deportivas. La idea era buena, pero la persona no era la adecuada. José Mourinho se comportó como un hooligan con escenas y ruedas de prensa bochornosas, pero ni el club ni la afición le dieron de espaldas hasta que tuvo un encontronazo con Casillas a causa de la información privilegiada que manejaba su novia, Sara Carroñero. Curiosamente, la única que vez en la que Mou se comportó como debía le ha costado la cabeza.
Así pues, con un equipo en el que el poder real lo detentan los jugadores y el presidente, que ficha a quien le dé la gana independientemente de las necesidades del club (ya se vio con Neymar, que juega por donde Cristiano) y donde lo único que es seguro es hacer una temporada lamentable tras otra nos encontramos con que a estas alturas no tenemos entrenador (a Ancelotti lo retiene el PSG, Mourinho vuelve al Chelsea, Heynckess se retira tras el triplete y suena Vilas-Boas), los cracks ya no se ponen en rebeldía por venir (Bale no va a forzar su salida del Totenham) o no se quiere pagar por ellos (Cavani) o escogen otros clubes (Neymar) el Real Madrid es ahora un equipo de segunda fila en un fútbol que gobiernan los que lo hacen bien o muy bien (Barcelona, Bayern) o los juguetes de ricos jeques o magnates rusos (Chelsea, Manchester City, PSG, a lo mejor el Mónaco).
Los siguientes cuatro años deberían de servir intentar cambiar la tendencia o al menos dejar la semilla sembrada de un Real Madrid como el de antes: querido, respetado, en el que solo se hable de fútbol y en el que el entrenador tenga el poder y no un grupo de niñatos ricos malcriados.
Con este señor al frente, difícil lo veo.
Lleva desde 2001, salvo el paréntesis de los tres años de Ramón Calderón (2006-2009) y ha estado caracterizado por el ascenso vertiginoso y la más aún vertiginosa caída del club en importancia del fútbol europeo que el presidente no ha sabido atajar.
Su etapa al frente del Real Madrid puede definirse de muchas luces y de muchas sombras. Florentino Pérez trajo a jugadores de la talla de Figo, Zidane, Ronaldo, Cristiano Ronaldo, Owen o Beckham, pero también grandes pufos como Kaká, Robinho o Diogo. Buscó, así mismo, que su Real Madrid fuera impecable, excelente lo que llevó a la destitución de un hombre de la casa como Vicente del Bosque que le había dado dos Ligas, una Champions, una Intercontinental, una Supercopa de España y una Supercopa de Europa, además de sacar el máximo provecho de una plantilla que él no confeccionaba. Le destituyó tras haber ganado una Liga y le cambiaron por el segundo de Alex Ferguson en el Manchester. Salvo una Supercopa de España nada más pues el equipo se derrumbó como un castillo de naipes al final de temporada. Desde entones, el banquillo se ha convertido en una silla eléctrica que ha abrasado a mediocres entrenadores como García Remón o Luxemburgo, de raza como Camacho o tranquilos como Pellegrini. En total, ocho entrenadores en casi diez años. Y mientras el banquillo del Real se convierte en un sainete, Del Bosque, cuyos métodos fueron considerados anticuados sigue a lo suyo.
Finalmente se puso en manos de José Mourinho para que enderezase el rumbo de la nave blanca. El portugués consiguió lo que ninguno de sus antecesores había conseguido: el poder absoluto sobre las decisiones deportivas. La idea era buena, pero la persona no era la adecuada. José Mourinho se comportó como un hooligan con escenas y ruedas de prensa bochornosas, pero ni el club ni la afición le dieron de espaldas hasta que tuvo un encontronazo con Casillas a causa de la información privilegiada que manejaba su novia, Sara Carroñero. Curiosamente, la única que vez en la que Mou se comportó como debía le ha costado la cabeza.
Así pues, con un equipo en el que el poder real lo detentan los jugadores y el presidente, que ficha a quien le dé la gana independientemente de las necesidades del club (ya se vio con Neymar, que juega por donde Cristiano) y donde lo único que es seguro es hacer una temporada lamentable tras otra nos encontramos con que a estas alturas no tenemos entrenador (a Ancelotti lo retiene el PSG, Mourinho vuelve al Chelsea, Heynckess se retira tras el triplete y suena Vilas-Boas), los cracks ya no se ponen en rebeldía por venir (Bale no va a forzar su salida del Totenham) o no se quiere pagar por ellos (Cavani) o escogen otros clubes (Neymar) el Real Madrid es ahora un equipo de segunda fila en un fútbol que gobiernan los que lo hacen bien o muy bien (Barcelona, Bayern) o los juguetes de ricos jeques o magnates rusos (Chelsea, Manchester City, PSG, a lo mejor el Mónaco).
Los siguientes cuatro años deberían de servir intentar cambiar la tendencia o al menos dejar la semilla sembrada de un Real Madrid como el de antes: querido, respetado, en el que solo se hable de fútbol y en el que el entrenador tenga el poder y no un grupo de niñatos ricos malcriados.
Con este señor al frente, difícil lo veo.
